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Mostrando entradas de 2017

Navidad

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Era uno de los mejores días del año. El día en el que te daban los regalos y podías ver a los primos, a los tíos y a los abuelos. En toda la casa aquel delicioso olor. Y es que como el puchero de la yaya no había ninguno. Los mayores preparaban la mesa. Y los niños nos enseñábamos los regalos. Una vez jugamos a las carreras de coches, otra vez nos pusimos a examinar cosas en un microscópio… También había que hacerle un poco de caso al yayo, que el pobre padecía parálisis desde que sufrió años atrás una trombosis. Solo había que mirarle a los ojos para saber que comprendía lo que ocurría a su alrededor, aunque nosotros no siempre podíamos entender sus palabras. Tocaba la comida, abundante y riquísima, con las nueces y turrones de postre. Todo amenizado con la película de turno de regreso al futuro. Con charlas y aún más, pues faltaba las estrenas. No diré que no daban una buena alegría. Pero si que ahora sé, que eso es lo de menos. Cuanto extraño aquel día de navidad, con sus ri

Interjecciones artísticas

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- Ummm – Dijo con las manos en la espalda, mientras miraba el cuadro en la galería. Inmediatamente se acercó otro señor – Ajá… -  Una de sus manos fue a la barbilla, mientras asentía con la cabeza La tercera persona no tardó en acudir. Y como dice la frase: ya formaron multitud. - Uf – Exclamó impresionado. Ya casi toda la gente de la exposición se congregaba delante de la obra. Entonces hizo acto de presencia el pintor, que se acercó alarmado por lo que vio - ¡Eeeh! - Sacó un pañuelo que agitó en el aire. En ese momento, la cucaracha por fin salió del lienzo y correteó buscando refugio por otros lares. El bichito, por un momento había sido parte integrante de una obra de arte. 19/09/2017

El elefante rosa

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Stephen, era adicto a las drogas, al alcohol, al tabaco y también a las mujeres.  No ganaba lo suficiente para pagarse todos los vicios, así que tenía que dedicarse al trapicheo. Hoy, tenía un encargo. No se trataba de lo habitual, llevar un paquete del punto A al punto B. Lo de hoy era más… sucio. Dar un toque de advertencia a un tipo. “El toque” consistía en romperle un par de dedos. Allí en local El Elefante Rosa, en una de las mesas, lo localizó. Parecía estar escribiendo algo. Entonces lo entendió, le iba a dar donde más le dolía, en la herramienta con la que se ganaba la vida. Seguramente pudiese seguir escribiendo con sus otros ocho dedos, pero… va. A Stephen que más le daba, no le pagaban para pensar. Se acercó a aquel tipejo. Sin mediar palabra, con una mano le agarró del brazo, con la otra un par de sus dedos y tiró de ellos hacia arriba hasta que hicieron Chrracckk Am parrrtttirrr dhe ennttoncees ssskeguro quee ua noo porddria essscibir dan biennn. El imbieccin ham

Inventos

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Inventos Inc era la empresa de moda en casi todo el mundo. Te subscribías, pagabas una cuota, y cada mes sin falta, te mandaban algo por paquete postal ¿El qué? Ahí estaba la gracia, nunca sabías que te iban a mandar. Pero mal no se les debía de dar cuando la gente hablaba tan bien de esta empresa. Simplemente pasado unos días calificabas del uno al diez si te había gustado. Hoy llegó mi paquete. Como era habitual solo ponía el membrete de la empresa y mi dirección nada más. Sentí el cosquilleo en mis dedos. Lo llevé a la mesa del salón, lo sopesé, no me atreví a agitarlo por si estropeaba el interior. Tras un suspiro me decidí a abrirlo. Papel marrón aséptico, forma cuadrada. En el interior una caja cuadrada, claro era obvio. La cuestión es que... era como de plástico, no vi como abrir aquello ¿Ya está? ¿Esto era todo? ¿Un cubo de plástico cuadrado? ¿Y si que había alguna forma de abrirlo? Probé a apretar con los dedos, los laterales, las esquinas... nada. Me quedé mirando

Un viejo amigo

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- ¡Roberto! ¡Cuanto tiempo! ¿Cómo te va? Joder… como pasa el tiempo. Se te nota en las arrugas. ¿La vida no pasa en balde eh? Ja, ja, ja Pero tío… ¿Qué ha pasado con tu pelo? Con esa melenaza que tenías, me acuerdo de cuando te ponías gomina y presumías de ella ¿Y esa barriga que te ha salido? La cervecita ¿Eh? Ja, ja, ja. Joder macho ¿Ya no llevas el anillo de casado? ¿Y esos críos son tuyos? ¿¡Tres!? ¿Y ese bastón? ¿Acaso también estás jodido de la espal…? ¡Eh… espera! Donde demonios vas con el bastón. ¡Esperaaaaaaaa! - 14/09/2017

De sol a sol

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Juan Enriquez trabajaba con tesón en el campo, mimaba sus arbolitos y les realizaba todos los cuidados necesarios. La poda en el crudo invierno. Los riegos de primavera. Los tratamientos en el caluroso verano. Y la dura pero gratificante recolección de frutos en otoño. Todo eso cambió el día en el que al llegar como cada mañana en su bicicleta, se encontró con su casita de aperos abierta. Se le cayó el alma al suelo. De sus herramientas no quedaba nada. Solo un martillo doblado y oxidado.  Aquello era un desastre total para la ajustada economía de Juan. Le costaría una fortuna tratar de conseguir de golpe las mochila de pulverizar, las azadas el pico… y un largo etcétera que se había comprado a lo lo largo de los años y que ahora se habían esfumado de un plumazo. Se sentó en el suelo y allí se echó a llorar. Ni los ángeles, ni ningún ser divino, se apiadó del pobre y trabajador Juan. Que se preguntaba, porqué había sido castigado de aquella forma.  Al hombre ya no le quedab

La nota

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“...Si quiere volver a verla, ingrese la cantidad en la cuenta  indicada” Así finalizaba la nota. La arrugó, maldijo algo ininteligible y la arrojó al suelo. No habían palabras para describir la angustia que sentía. Tenía el estómago revuelto, con ganas de devolver. Pero es que ahora solo dependía de él mismo. Acostumbrado a tener su apoyo, ahora tenía que hacerse el ánimo. No había alternativa. ¿De dónde iba a sacar tanto? Sus cuentas no es que fuesen abundantes precisamente. Pensó en hacer alguna barbaridad, en infringir la ley. Pero no, hacerlo sería ponerse a su mismo nivel. Sintió vértigo, la iba a perder.  Puso la televisión con intención de distraerse, pero su mente estaba en otro lado. No se centraba en nada. Miró de nuevo aquel papel arrugado del suelo. Tal vez se le escapó algo, tal vez hubiese algún resquicio. Recuperó el papel, lo leyó de nuevo, no, no había nada a lo que poderse agarrar. “Estimado cliente, el próximo 31 de diciembre finaliza el periodo gratui

El final de la cuenta atrás

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Había llegado el gran día. Para lo que me había estado preparando tanto tiempo. El culmen de mi carrera profesional. Habría muchas personas pendientes de mi, a través de sus televisiones. Estaba previsto que la cuenta atrás sería el momento más visto de la televisión en muchos años.  Me vestirían, me ayudarían y sería tratado como un bebé en brazos de su madre. Pero aquí cada uno tiene su misión. Y yo, por supuesto, también tenía la mía.  Avanzo lento, me colocan en el habitáculo. Sonrío, esto va a ser genial. El día más feliz de mi vida. El día en el que yo, el asesino en serie más famoso del mundo, sería ejecutado en la cámara de gas. 05/09/2017 Fuente imagen: http://www.pczeros.net/2011/05/reloj-cuenta-regresiva-para-blogger.html

El árbol de la vida

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Hay momentos en los que claramente decides tu futuro. ¿Ciencias o Letras? ¿Universidad o Trabajo? ¿Chica rubia o chica morena?  Cada uno de estos caminos, abre a su vez muchos más, como las ramas de un árbol. O mejor aún, como sus raíces. Que se entierran en el suelo en busca de agua y nutrientes. Todo esto, todas las decisiones de nuestro pasado definieron cómo y quiénes somos. ¿Y si pudieses hablar a tu “yo” de hace veinte años? ¿Cambiarías algo? ¿Te enviarías algún mensaje?  El caso es que no se puede. Hasta que no inventen la máquina del tiempo. Pero siempre nos quedará aquello de… ¿Y si hubiese escogido distinto? Tal vez ahora sería millonario, o más feliz, o tal vez estaría ya a dos metros bajo tierra.  A veces… Estas decisiones no son tan evidentes. Y son las que más duelen. ¿Y si le hubiese llamado para decir “Te quiero”? ¿Y si le hubiese dicho que no saliera de casa aquel día?  El árbol, el árbol algún día acabará viejo y seco. El árbol morirá, dejando en su silue

En el hospital

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Solo se escucha un pitido de vez en cuando. También el sonido de la máquina que te ayuda a respirar. Rodeado de tubos y cables. Es… desgarrador verte con todo eso enchufado al cuerpo. Cojo tu mano, la acaricio. No estoy segura de que puedas sentir la mía, ni de si me escuchas. Una lágrima resbala por mi mejilla. No las puedo contener, a esa la siguen otras. Me río de forma estúpida al recordar que nunca me gustó que me vieses llorar. Y aquí estoy. Daría cualquier cosa porque estuvieras bien. Ahora, ahora que no puedo hablar contigo, me gustaría decirte tantas cosas… Me gustaría que estuvieras bien para darte tantas caricias… Dime ¿Estás ahí? Poso mi mano cerca de tu corazón, cierro los ojos. Te oigo, tu corazón aún me habla.  Miro hacia la puerta, no hay nadie.  Me acerco a ti. A tus labios. Te beso. Ese beso que siempre me negaste, nunca quisiste pasar de una amistad. Y aquí estoy, la única que te ha amado de verdad. Velando tu inconsciente cuerpo en esta habitación del hosp

En la fría Navidad

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Aquel año aprendió lo frías que podían ser las Navidades. Y eso que al principio no lo parecían. Risas, amigos, el amor… Todo parecía un sueño hasta que de pronto se torció. Un gesto sin importancia acabó en enfado, el enfado que podría haber quedado en nada, se convirtió en silencio. En distancia. La amargura no tardó en hacer acto de presencia. La noche que tenía que haber sido de risas se convirtió en el más grande de lo nudos en el estómago. Ya nada podía salvar la noche, solo quedaba dormir. A la mañana siguiente recibió una llamada. Para hablar. Era lo justo, él estaba dispuesto a disculparse. Ella insistió en ir a su encuentro. Él aceptó. En cuanto vio su rostro, supo que no pintaba bien. Cara desmaquillada y de haber dormido poco. Se preparó para la fatal noticia. Puso cara de compungido - ¿Si? - Y esperó la sentencia mortal. Ella suspiró. Lo miró a los ojos, con lágrimas al borde de sus párpados. Le dijo… - Estoy embarazada  30/08/2017

Un segundo

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Su madre sermoneándole, es su primer recuerdo. Tan borroso como una vieja fotografía que se deshace en las manos, convirtiéndose en polvo.  Acariciando a un perrito. Momento en el que confiado con su padre, visita a sus familiares. El olor a naftalina de la ropa de su abuela.  Travesuras con su primo. Incluso alguna gamberrada. Ruborizarse por la mirada de una chica.  El primer orgasmo. El primer amor. Un beso bajo la lluvia. Cuando la lluvia no importa, es que algo especial ocurre.  El frío que cala los huesos en el hospital. El peor vestirse, negra ropa y negra el alma por el luto.  Las campanas de la boda. El llorar de un niño. Ilusión y viajes. Gritos y llantos. Alma desgarrada.  Un nuevo amor. Retos y superación. Encontrarse a uno mismo.  Las canas, el frío en los huesos, no perder la ilusión. Los nietos, la familia, las charlas al sol del invierno, la compañía. Y ahora en el lecho de muerte, sonríe al ver todo esto pasar ante sus ojos. ¿Cómo no hacerlo? Tan

Femme Fatale

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Una mano femenina se posó en su hombro. Se giró para verla. Portaba uno de esos sombreros enormes, negros, con un velo que cubría su rostro. Al otro lado: una peca, unos labios con mucho carmín y una afilada sonrisa. De la que es conocedora del poder que ejerce a cuanto rodea. Tan frágil, y a la vez tan poderosa. Un largo vestido negro, ajustado a su sinuosa silueta marcaba todas sus curvas, hasta las más pequeñas. Existen acantilados menos peligrosos. El detective se estremeció. Consciente de que no podría ofrecer resistencia alguna. Por ella vendería su alma al diablo, esperó en silencio, sin aliento. A ella pareció agradarle la visible turbación que causó en el hombre. Su sonrisa se amplió. Entreabrió los labios, pestañeó – Detective – Dijo al fin, con voz seductora - ¿No se acuerda de mi? Lo visité el año pasado, en el hospital – Aguardó unos segundos antes de seguir hablando – Me dijo que tenía que solucionar ciertos asuntos, que necesitaba más tiempo antes de entregarse

No comment

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Diario de a bordo

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Día 14 Llevamos dos semanas atrapados en el hielo del ártico. Se nos acaban los víveres. Ya no sabemos que hacer. Al menos el propio navío nos ofrece refugio. Pero nuestra situación es desesperada. Los compañeros han comenzado a escribir cartas de despedida. Se despiden de sus familiares, con la esperanza de que algún día nos encuentren, y aunque muertos, puedan saber de nuestro final. Supongo que estas letras son mi despedida. Soy el capitán y el peso de la responsabilidad me ahoga. No me han echado nada en cara. Pero no puedo evitar pensar, que tal vez, con un rumbo distinto, todo hubiese sido distinto. Tengo una pistola, y la habría usado para quitarme la vida. Pero no quiero fallar a los míos, dejarlos colgados sin luchar. El capitán ha de ser siempre el último en abandonar el barco. No puedo fallar a los míos. Día 19 Hemos encontrado el cuerpo de Fer. Fue tan insensato de salir solo para intentar cazar algún oso polar. Pobre, al menos ya descansa en paz. Día 23

La soledad

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La soledad, la soledad. Que fácil se escribe, pero que difícil es entender en profundidad su significado. Me río yo de los que dicen que se sienten solos entre la multitud ¡Dadme esa multitud a mi! Ojala la tuviese para no volverme loco. Creedme si os digo, que me bastarían cinco minutos para entablar amistad con alguien. ¿Acaso no buscamos todos lo mismo? La soledad. Después de haber pasado por amigos imaginarios, haber tenido conversaciones conmigo mismo ¿Qué me queda? Solo la locura. Hablo con todo, con las piedras, con las plantas, con el mar. ¿Me creeríais si os digo que el mar habla? ¡Ya lo creo! Ruge cuando está enfadado, tiembla de frío cuando llueve y susurra pícaro cuando está en calma. Los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses. He perdido la noción del tiempo. ¿Acaso no estuve aquí una eternidad? ¿Y el destino? El destino es cruel. Hoy he recibido una carta, venía dentro de una botella, el mensaje que contenía lo mandó algún naufrago hace años. Ojala

Historias incompletas

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Un señor por la calle, paseando un perro. Nada raro ¿Verdad? ¿Y si te digo que al día siguiente, a la misma hora, hace lo mismo? Menos aún, debe de ser su rutina. Como este, podía dar muchos ejemplos, gente que a la misma hora hace lo mismo. Como un instante congelado en sus vidas. Un pobre rebuscando en los contenedores de la basura. Una mujer que a duras penas puede levantar la persiana de una tienda para comenzar a preparar las cosas. Un grupo de señoras mayores que tratan los temas más sórdidos en el mismo vagón del metro. No era nada difícil enterarse que todas trabajaban como limpiadoras, y una de ellas, bajaba siempre en la misma estación, antes que las demás. Hasta el día que se me olvidó poner el despertador y salí disparado de la cama, hacía tarde al trabajo. Lo que no esperaba encontrarme, era con la continuación de aquellas historias. Esos instantes congelados eran más bien películas que se repetían una y otra vez. Me encontré con el señor que paseaba el perro en e

Un día de playa

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Los veranos eran sinónimo de playa. En aquella época íbamos con unos familiares, mis tíos y uno de mis primos. Al ser de la misma edad, me juntaba bastante con él. Ambos adolescentes, con eso lo digo todo, mil y una tropelías hicimos. Aquel día fuimos a una playa no muy bonita, tenía alguna algas y se creaban muchos charcos en la arena. Pero era una playa bastante desconocida para nosotros y eso la hacía atractiva. En general, a mi primo y a mi, nos gustaba explorar y desaparecer de la vista de nuestros padres. No recuerdo que estábamos haciendo, ni quien de los dos los vio primero. Pero si bastante bien lo que ocurrió después. A unos cincuenta metros mar adentro había un par de niños, de la mitad de nuestra edad, agitando las manos en el aire. Pero no parecía real, debía de tratarse de una broma, estas cosas solo se ven por la tele. Miramos alrededor y no vimos a nadie más adulto o nadie que se hubiese dado cuenta. Nos miramos los dos y con eso bastó. Teníamos la playa y el

Mensaje

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Le cambió la cara por completo. Cuando lo sintió vibrar, su rostro frío y serio se transformó en  sonriente. Con un brillo especial, como con luz propia. No se había sentido así desde la primera vez que se enamoró. Había recibido otro mensaje, de él. Miró el teléfono móvil como quien mira con cariño a un bebé. Sus dedos impacientes se afanaron en responder. Se sentía nerviosa y con la respiración acelerada. El texto que escribió rezaba “¿Esas fueron sus ultimas palabras? Ya no volverá a hablar ese canalla, buen trabajo” 14/12/2016

Estación de paso

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Bueno, ando de regreso de a poco. Tenía mono de actualizar mi blog, así que adelanté mi entrada. Tengo ganas de escribir, de crear historias, las vacaciones me están cargando las pilas.  Estación de paso Llegó a la estación un tren que lo dejó con la boca abierta. Verde oscuro, con una franja amarilla que lo cruzaba por la mitad. Hacía décadas que no veía uno así. Además era precioso, estaba tan cuidado que parecía nuevo. Subió y siguió disfrutando. Tenía una sensación de retorno a la infancia. Con aquellos asientos de cuero marrón, las plataformas en medio de los vagones, las ventanillas que se podían bajar... Recordó cuando se podía fumar en ellos. Era bastante molesto pero formaba parte de aquello ¡Hasta en los reposa brazos había un cenicero! Tomó asiento y sintió crujir el cuero bajo su trasero. Al poco, una extraña mujer se sentó enfrente. - ¿Impresionado? - Le dijo Por un momento dudó si le preguntaba a él, pero claro, allí no había nadie más – La verdad es qu

Primera visita con mi forense

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No es cierto que la vida se apague al detenerse el corazón. Pero tampoco hay túnel, ni hay luz al fondo, y por desgracia tampoco angelitos que te lleven a las puertas de San Pedro. Solo hay... paz, calma. Es como ver el mundo a través de un cristal empañado. El espíritu o alma, flota a unos centímetros del cuerpo, eso si lo acertaron algunos.  ¿Y ahora? Pues no ha mucho que hacer, solo contemplar lo que sucede.  Recuerdo mis últimos días, el estress, los dolores de cabeza ¡Qué ganas de complicarse la vida? ¿Todo para esto? Para qué… eh… ¿Qué sucedió? Sé que iba por la calle, con mi maletín, con las prisas y el café ardiendo aún en la garganta. De pronto una mano con pañuelo, cubrieron mi boca y nariz. Luego ya nada, hasta ahora. Escucho la puerta. Una luz se enciende. Entra un señor con una bata blanca ¿Un medico? No… debe de ser el forense. Ah. Tal vez él me pueda aclarar lo sucedido, voy a prestar atención a ver si me entero. Retira la sábana, mi cuerpo queda descubierto.

Desconocidos

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Se decidió a ir a aquel encuentro con desconocidos. Tal vez era una salida a la soledad. Ya se sabe, gente por las calles, gente por todas partes… pero al mismo tiempo cuanta soledad. Desde el primer momento sintió que allí no encajaba. Uno que parecía muy gamberro otro que parecía un bicho raro, muy refinado. Entonces llegaron las mujeres y la situación en vez de mejorar empeoró aún más. Moscones y Don Juanes lanzados a la conquista y las mujeres se dejaban adorar.  El ambiente entre risas, distaba mucho de ser agradable, era más bien era agresivo. La noche se fue prolongando y las mujeres dieron largas a todos, hasta los que creían que iban a triunfar. Pero de todos ellos nadie regresó a casa, yo los libré de su soledad y sufrimiento. Ahora hacen compañía a las flores del cementerio. 05/12/2016

Vecinos V y último.

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La vida no es una rueda. La vida es una espiral que gira cada vez más rápido, hasta que acabas en el hoyo. Es por ello, que hay que aprovechar las cosas buenas que te ofrece la vida, y a veces, las mejores vienen como por casualidad. Descubrir a Charlotte fue una de esas cosas. Podría haberme mudado a otro piso, o podríamos habernos mantenido como vecinos distantes. Pero la chispa había saltado, el pequeño milagro había ocurrido. Y desde entonces nuestros encuentros se volvieron frecuentes, pero casi como casuales. Lo bueno es que no había nada pactado o forzado. Las cosas fluían. Con cierta frecuencia compartimos piso. Ya no sé donde tengo la ropa. Que si los calzoncillos están en el suyo, los pantalones en el mío. Sonrío al ver aparecer un sujetador debajo de mi cama o cuando se vuelve a su piso vestida con una de mis camisetas. Pero lo que no me pasó desapercibido ni confuso, fueron “aquellos” calzoncillos. Al verlos supe de inmediato que eran mi famosa prenda desapa

Vecinos IV

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Escuché los pasos que indicaban que volvía a entrar en la habitación y con ellos un olor a café. Me arrebujé de nuevo en las sábanas. Me encontraba de lado por lo que le daba la espalda. Aún debía de quedar ese espacio libre por donde me había pellizcado el trasero, un punto débil en la solida defensa que me ofrecía la ropa de cama. Estaba de lado por lo que no le vi la cara. Pero sentí su peso hundir el colchón y su calor cuando se pegó a mi espalda. Mis ojos se entornaron y traté de mirar por el rabillo del ojo, pero no alcancé a verlo bien. Entonces me digo aquello y sonreí cómplice. Me sentía temerosa y al mismo tiempo dichosa. Curiosa mezcla. Sentí sus labios acariciar mi cuello. Entrecerré más mis ojos, mis defensas se estaban desmoronando. Por alguna razón me acordé de sus calzoncillos, los que no le devolví. Ahora serían un trofeo… un trofeo robado. Una de sus manos se encargó de devolverme al presente, estaba tratando de averiguar, con la mano, mi talla de sujetador.

Vecinos III

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Leer a ella primero... -pinchar aquí- Me miró un poco raro, de reojo mientras pasó junto a mi. Sonreí al percibir su decisión al entrar en mi casa, aunque me pareció notarla temblar. Mientras yo cerraba la puerta, ella se descalzó e inspeccionó el salón con la mirada. Prácticamente con la única luz del televisor. Será mejor darle de beber antes de que se dé cuenta del desastre que soy, pensé antes de decir – ¿Te pongo una copa ? Ni esperé respuesta, fui a la cocina a por otro vaso. El instinto me llevó a mirar a la ventana de mi vecina, ahora a oscuras, su propietaria ahora estaba en mi casa. Desde aquí recordé sus pechos desnudos, recordé... Escuché que me llamaba - ¡Voy!  Pasé fugazmente por el baño, y me puse colonia de la buena en abundancia. A ver si así compensaba un poco, el hecho de que no me hubiese preparado para la ocasión. Volví al salón y en nuestros gaznates cayeron algunas copas más. Al cabo de unas horas, me comenzaba a notar espeso y no quise tomar más. Ella

Vecinos II

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De vez en cuando me regalo un fin de semana. Cuarenta y ocho horas de no hacer nada. Bueno, siempre hay algo que hacer o uno moriría de hambre. Pero si con el teléfono móvil aparcado, televisión encendida y que impere la ley del mínimo esfuerzo. Una vez al mes, es algo que te recarga las pilas. Uno de mis pecados es automedicarme con un par de copas y aprovechar esa falsa euforia que provocan. Quizá para no pensar demasiado en las cosas que me faltan. O quizá, simplemente, para pasarlo bien. Iba a por la segunda “Clonk, clonk” sonaron los hielos en el fondo del vaso. Entonces escuché algo que me llamó la atención. Es curiosa la acústica del patio, que hace que lo de enfrente se oiga todo. Me quedé quieto y afiné el oído. ¿Sollozos, lamentos? Me acerqué a la ventana. Allí estaba aquel gato, seguro que ya se le había escapado de nuevo a la del tercero. Debía de estar en celo o algo. Me fijé en el interior de la ventana de enfrente. Allí estaba la vecina. Vestida, es lo primero q

Vecinos

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Llevaba unos meses en este piso. No era gran cosa, tenía lo justo, pero al menos era mío. Por fin libre de mis padres. Nadie que me pidiera explicaciones por llegar a las tantas. Donde poder traerme una chica si tenía suerte el sábado. O simplemente devolver agarrado a la taza del WC y pasar así la resaca. Una de las cosas curiosas, era el tendedero. Surcaba los aires del patio interior. Una cuerda verde, que iba desde la ventana de mi cocina a… la ventana del piso de enfrente. No sabía si era lo normal, pero desde luego no era de mi agrado colgar los gayumbos a la vista de todos. Tampoco podía elegir, era eso o dejarlos mojados en cualquier parte. Así que nada, simplemente esperaba que cada uno fuese a lo suyo, como viene siendo normal en cualquier ciudad que se precie. Es curioso las cosas que ocurren con lo de tender. A veces se me cae alguna pinza al vacío, de inmediato miro abajo esperando no haberle dado a nadie en la cabeza. Traumatismo por pinza ¿Os lo imagináis? No, es

Se cierne

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Se sobrevenía sobre la ciudad. Majestuoso, inmenso, colosal. Capaz de estremecer a cualquiera que lo viera en vivo y en directo.  Habría destrozos materiales, heridos, tal vez muertes. Si, seguramente las habría. Nada podría frenar el avance de tamaño fenómeno. Con aquella forma de embudo iba engullendo el mar y pronto tocaría tierra, pobre de aquel que le pillara en medio. Su forma blanquecina se transformaría en marrón y aumentaría su tamaño. Chozas, animales y personas comenzaron a volar por los aires. Hera sonrió complacida, todo era de su gusto. Enarcó una ceja y miró a su esposo - ¿Veis porqué no tenéis que encapricharos de ninguna humana? Lo hago por vuestro bien. He de recordaros de continuo la mortalidad de vuestras elegidas. Los humanos son tan… volátiles – Rió su propia gracia. Noviembre 2016 Fuente imagen: http://www.muyinteresante.es/ciencia/fotos/fotos-meteorologia-foto/fotos-nubes-tormenta___3902

Tejedor

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Terence era un prolijo tejedor de mantas. Y trabajador. Día tras día, apenas paraba para descansar. Tejer es un trabajo que permite pensar, bueno, al menos cuando ya tienes cierta práctica, como era el caso que nos atañe. Es por ello por lo que la mente de Terence estaba siempre en otra parte. A veces alguien le hablaba y no se enteraba hasta que no le gritaban. Se había ganado la fama de sordo, pero del oído estaba bien, el problema era que estaba ausente.  El sonido de la agujas repiqueteaba como una musiquilla, hasta tenía ritmo, era relajante. Al margen de sus ausencias de pensamiento, era una persona afable, y bonachón. Por eso nadie comprendió que pudo ocurrir, cuando un día apareció muerto, en medio de un charco de sangre. El comisario en persona acudió con presteza a investigar como podía haber ocurrido tan horrendo crimen. Examinó el escenario, buscó pistas, preguntó a los sospechosos, hasta que por fin declaró: - He examinado las pruebas y no me cabe duda. A última

Salida de emergencia

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Se apagó la luz y comenzaron a sonar las alarmas. En una ocasión, hacía mucho tiempo, había realizado un simulacro de evacuación. Pero recordaba perfectamente que lo habían avisado, ahora era distinto, no cabía duda. Con las luces de emergencia era más complicado, aunque la gente en principio reaccionó bien, sin pánico, aunque intuía que como él, con el corazón en un puño. Se dirigieron a las escaleras más cercanas, allí la gente se comenzó a acumular al punto que llegaron a detenerse. Susurros, comentarios por la incertidumbre de lo que estaba ocurriendo. Hasta el típico gracioso con la más disparatada de las hipótesis. Por el momento no había humo, eso era bueno. Pero de pronto el suelo empezó a temblar. Se escucharon los primeros gritos – ¡Deprisa, salgan de prisa! - Comentó la primera persona al borde del pánico. Por suerte la cola empezó a moverse de nuevo. Lenta, pero mejor eso que estar parados.  Tras unos agónicos minutos por fin se vio la luz de la puerta de salida

Flecos

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Era una chica de pelo largo y castaño, de veintipocos años. Con algunas marcas en el rostro de acné, pero pese a todo tenía la cara agradable. Se podía decir que era guapa, aunque no cumpliese los estereotipos de las revistas de moda. Desprendía ese aire de ser auténtica e inteligente, viva, perspicaz tal vez. Lo más curioso era su ropa, normalmente siempre vestía igual. Chaqueta azul marino sobre un jersey de manga corta. Pantalones oscuros que le otorgaban a todo una semejanza a uniforme, sin llegar a serlo. Lo más característico sus zapatos. Azul marino con unos flecos en la parte delantera, sin calcetines.  A veces podía variar alguna pieza de ropa, pero nunca los zapatos. Siempre los mismos zapatos que habían causado fijación en mí.  Allí, siempre en el mismo vagón, en el metro de las 07:42. Un día, y otro y otro. Pasaban como las páginas de un libro. Caras de sueño y mis zapatos azul marino con flecos. No necesitaba alzar la mirada, me bastaba con buscar por el suelo aq

¿Todos los hombres son iguales?

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Aquella mujer tenía que ser mía, no me la podía quitar de la cabeza. Morena, de pelo largo que caía sobre sus hombros. Un vestido de noche, azul con adornos bordados en blanco nacarado, ceñido a su cuerpo que resaltaba sus curvas. Con una sonrisa deslumbrante, y un maquillaje bien puesto y no excesivo, que resaltaba sus mejores facciones. Me acerqué a ella con la intención de invitarla a cenar. Sabiendo que lo mejor vendría después. Cuando desnudase su cuerpo y besara su cuello, justo antes de estrangularla con una soga. 29/05/2016 Fuente imagen: http://www.expogourmetmagazine.com/n-/es/7320/la-mejor-copa-de-champagne-recomendada-por-los-cientificos

De letras

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Como me ponen tus largos y bien puestos párrafos, el trazo grueso de tu letra. La dureza de tus adjetivos cuando expresas tus sentimientos. Me derrites con tus descripciones y haces que siempre quiera más. Y el tacto, no hay nada como el tacto del papel. Capaz de dañar por filo, pero suave y rugoso a la vez por las caras. Eres todo un regalo para la vista. Ansío tocarte, olerte, impregnarme de ti y a la vez que me hagas tuya y penetres en mi mente. Y es que, donde haya un buen libro, que se quite lo demás. 13/02/2015 Fuente imagen: https://plus.google.com/106218638101580813679/posts/2KRvqs5ySK3

El vil metal

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No hay como apretarle las tuercas a un tipo. León era uno de los pringados: formal, de vida acomodada…Pero había cometido dos errores; el primero pedirme dinero, el segundo no devolvérmelo a tiempo. No me suelo apiadar de la gente. Normalmente no me meto en esos berenjenales; o me pagas o te voy rompiendo los huesos uno a uno. Pero en este caso, con León, hice una excepción. El chupatintas me contó que dentro de un par de días, donde trabajaba, ingresarían en caja el dinero de una importante transacción. Sin guardias. Tan solo una alarma y caja fuerte de tres al cuarto. Pan comido para dar un golpe fácil y rápido. Y allí estaba yo, enfundado en un pasamontañas y frotándome las manos tras haber entrado por la ventana. Aunque sonase la alarma disponía de diez minutos hasta que llegase la pasma. Me dirigí sin perder más tiempo hasta donde me había dicho que estaría la caja. Escuché una sirena, pero era demasiado pronto para ser yo el causante, será otro su destino, debía de mante