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Mostrando entradas de junio, 2017

Vecinos IV

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Escuché los pasos que indicaban que volvía a entrar en la habitación y con ellos un olor a café. Me arrebujé de nuevo en las sábanas. Me encontraba de lado por lo que le daba la espalda. Aún debía de quedar ese espacio libre por donde me había pellizcado el trasero, un punto débil en la solida defensa que me ofrecía la ropa de cama. Estaba de lado por lo que no le vi la cara. Pero sentí su peso hundir el colchón y su calor cuando se pegó a mi espalda. Mis ojos se entornaron y traté de mirar por el rabillo del ojo, pero no alcancé a verlo bien. Entonces me digo aquello y sonreí cómplice. Me sentía temerosa y al mismo tiempo dichosa. Curiosa mezcla. Sentí sus labios acariciar mi cuello. Entrecerré más mis ojos, mis defensas se estaban desmoronando. Por alguna razón me acordé de sus calzoncillos, los que no le devolví. Ahora serían un trofeo… un trofeo robado. Una de sus manos se encargó de devolverme al presente, estaba tratando de averiguar, con la mano, mi talla de sujetador.

Vecinos III

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Leer a ella primero... -pinchar aquí- Me miró un poco raro, de reojo mientras pasó junto a mi. Sonreí al percibir su decisión al entrar en mi casa, aunque me pareció notarla temblar. Mientras yo cerraba la puerta, ella se descalzó e inspeccionó el salón con la mirada. Prácticamente con la única luz del televisor. Será mejor darle de beber antes de que se dé cuenta del desastre que soy, pensé antes de decir – ¿Te pongo una copa ? Ni esperé respuesta, fui a la cocina a por otro vaso. El instinto me llevó a mirar a la ventana de mi vecina, ahora a oscuras, su propietaria ahora estaba en mi casa. Desde aquí recordé sus pechos desnudos, recordé... Escuché que me llamaba - ¡Voy!  Pasé fugazmente por el baño, y me puse colonia de la buena en abundancia. A ver si así compensaba un poco, el hecho de que no me hubiese preparado para la ocasión. Volví al salón y en nuestros gaznates cayeron algunas copas más. Al cabo de unas horas, me comenzaba a notar espeso y no quise tomar más. Ella

Vecinos II

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De vez en cuando me regalo un fin de semana. Cuarenta y ocho horas de no hacer nada. Bueno, siempre hay algo que hacer o uno moriría de hambre. Pero si con el teléfono móvil aparcado, televisión encendida y que impere la ley del mínimo esfuerzo. Una vez al mes, es algo que te recarga las pilas. Uno de mis pecados es automedicarme con un par de copas y aprovechar esa falsa euforia que provocan. Quizá para no pensar demasiado en las cosas que me faltan. O quizá, simplemente, para pasarlo bien. Iba a por la segunda “Clonk, clonk” sonaron los hielos en el fondo del vaso. Entonces escuché algo que me llamó la atención. Es curiosa la acústica del patio, que hace que lo de enfrente se oiga todo. Me quedé quieto y afiné el oído. ¿Sollozos, lamentos? Me acerqué a la ventana. Allí estaba aquel gato, seguro que ya se le había escapado de nuevo a la del tercero. Debía de estar en celo o algo. Me fijé en el interior de la ventana de enfrente. Allí estaba la vecina. Vestida, es lo primero q

Vecinos

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Llevaba unos meses en este piso. No era gran cosa, tenía lo justo, pero al menos era mío. Por fin libre de mis padres. Nadie que me pidiera explicaciones por llegar a las tantas. Donde poder traerme una chica si tenía suerte el sábado. O simplemente devolver agarrado a la taza del WC y pasar así la resaca. Una de las cosas curiosas, era el tendedero. Surcaba los aires del patio interior. Una cuerda verde, que iba desde la ventana de mi cocina a… la ventana del piso de enfrente. No sabía si era lo normal, pero desde luego no era de mi agrado colgar los gayumbos a la vista de todos. Tampoco podía elegir, era eso o dejarlos mojados en cualquier parte. Así que nada, simplemente esperaba que cada uno fuese a lo suyo, como viene siendo normal en cualquier ciudad que se precie. Es curioso las cosas que ocurren con lo de tender. A veces se me cae alguna pinza al vacío, de inmediato miro abajo esperando no haberle dado a nadie en la cabeza. Traumatismo por pinza ¿Os lo imagináis? No, es