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Mostrando entradas de octubre, 2017

El árbol de la vida

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Hay momentos en los que claramente decides tu futuro. ¿Ciencias o Letras? ¿Universidad o Trabajo? ¿Chica rubia o chica morena?  Cada uno de estos caminos, abre a su vez muchos más, como las ramas de un árbol. O mejor aún, como sus raíces. Que se entierran en el suelo en busca de agua y nutrientes. Todo esto, todas las decisiones de nuestro pasado definieron cómo y quiénes somos. ¿Y si pudieses hablar a tu “yo” de hace veinte años? ¿Cambiarías algo? ¿Te enviarías algún mensaje?  El caso es que no se puede. Hasta que no inventen la máquina del tiempo. Pero siempre nos quedará aquello de… ¿Y si hubiese escogido distinto? Tal vez ahora sería millonario, o más feliz, o tal vez estaría ya a dos metros bajo tierra.  A veces… Estas decisiones no son tan evidentes. Y son las que más duelen. ¿Y si le hubiese llamado para decir “Te quiero”? ¿Y si le hubiese dicho que no saliera de casa aquel día?  El árbol, el árbol algún día acabará viejo y seco. El árbol morirá, dejando en su silue

En el hospital

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Solo se escucha un pitido de vez en cuando. También el sonido de la máquina que te ayuda a respirar. Rodeado de tubos y cables. Es… desgarrador verte con todo eso enchufado al cuerpo. Cojo tu mano, la acaricio. No estoy segura de que puedas sentir la mía, ni de si me escuchas. Una lágrima resbala por mi mejilla. No las puedo contener, a esa la siguen otras. Me río de forma estúpida al recordar que nunca me gustó que me vieses llorar. Y aquí estoy. Daría cualquier cosa porque estuvieras bien. Ahora, ahora que no puedo hablar contigo, me gustaría decirte tantas cosas… Me gustaría que estuvieras bien para darte tantas caricias… Dime ¿Estás ahí? Poso mi mano cerca de tu corazón, cierro los ojos. Te oigo, tu corazón aún me habla.  Miro hacia la puerta, no hay nadie.  Me acerco a ti. A tus labios. Te beso. Ese beso que siempre me negaste, nunca quisiste pasar de una amistad. Y aquí estoy, la única que te ha amado de verdad. Velando tu inconsciente cuerpo en esta habitación del hosp

En la fría Navidad

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Aquel año aprendió lo frías que podían ser las Navidades. Y eso que al principio no lo parecían. Risas, amigos, el amor… Todo parecía un sueño hasta que de pronto se torció. Un gesto sin importancia acabó en enfado, el enfado que podría haber quedado en nada, se convirtió en silencio. En distancia. La amargura no tardó en hacer acto de presencia. La noche que tenía que haber sido de risas se convirtió en el más grande de lo nudos en el estómago. Ya nada podía salvar la noche, solo quedaba dormir. A la mañana siguiente recibió una llamada. Para hablar. Era lo justo, él estaba dispuesto a disculparse. Ella insistió en ir a su encuentro. Él aceptó. En cuanto vio su rostro, supo que no pintaba bien. Cara desmaquillada y de haber dormido poco. Se preparó para la fatal noticia. Puso cara de compungido - ¿Si? - Y esperó la sentencia mortal. Ella suspiró. Lo miró a los ojos, con lágrimas al borde de sus párpados. Le dijo… - Estoy embarazada  30/08/2017

Un segundo

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Su madre sermoneándole, es su primer recuerdo. Tan borroso como una vieja fotografía que se deshace en las manos, convirtiéndose en polvo.  Acariciando a un perrito. Momento en el que confiado con su padre, visita a sus familiares. El olor a naftalina de la ropa de su abuela.  Travesuras con su primo. Incluso alguna gamberrada. Ruborizarse por la mirada de una chica.  El primer orgasmo. El primer amor. Un beso bajo la lluvia. Cuando la lluvia no importa, es que algo especial ocurre.  El frío que cala los huesos en el hospital. El peor vestirse, negra ropa y negra el alma por el luto.  Las campanas de la boda. El llorar de un niño. Ilusión y viajes. Gritos y llantos. Alma desgarrada.  Un nuevo amor. Retos y superación. Encontrarse a uno mismo.  Las canas, el frío en los huesos, no perder la ilusión. Los nietos, la familia, las charlas al sol del invierno, la compañía. Y ahora en el lecho de muerte, sonríe al ver todo esto pasar ante sus ojos. ¿Cómo no hacerlo? Tan

Femme Fatale

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Una mano femenina se posó en su hombro. Se giró para verla. Portaba uno de esos sombreros enormes, negros, con un velo que cubría su rostro. Al otro lado: una peca, unos labios con mucho carmín y una afilada sonrisa. De la que es conocedora del poder que ejerce a cuanto rodea. Tan frágil, y a la vez tan poderosa. Un largo vestido negro, ajustado a su sinuosa silueta marcaba todas sus curvas, hasta las más pequeñas. Existen acantilados menos peligrosos. El detective se estremeció. Consciente de que no podría ofrecer resistencia alguna. Por ella vendería su alma al diablo, esperó en silencio, sin aliento. A ella pareció agradarle la visible turbación que causó en el hombre. Su sonrisa se amplió. Entreabrió los labios, pestañeó – Detective – Dijo al fin, con voz seductora - ¿No se acuerda de mi? Lo visité el año pasado, en el hospital – Aguardó unos segundos antes de seguir hablando – Me dijo que tenía que solucionar ciertos asuntos, que necesitaba más tiempo antes de entregarse

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