Navidad

Era uno de los mejores días del año. El día en el que te daban los regalos y podías ver a los primos, a los tíos y a los abuelos. En toda la casa aquel delicioso olor. Y es que como el puchero de la yaya no había ninguno. Los mayores preparaban la mesa. Y los niños nos enseñábamos los regalos. Una vez jugamos a las carreras de coches, otra vez nos pusimos a examinar cosas en un microscópio… También había que hacerle un poco de caso al yayo, que el pobre padecía parálisis desde que sufrió años atrás una trombosis. Solo había que mirarle a los ojos para saber que comprendía lo que ocurría a su alrededor, aunque nosotros no siempre podíamos entender sus palabras. Tocaba la comida, abundante y riquísima, con las nueces y turrones de postre. Todo amenizado con la película de turno de regreso al futuro. Con charlas y aún más, pues faltaba las estrenas. No diré que no daban una buena alegría. Pero si que ahora sé, que eso es lo de menos. Cuanto extraño aquel día de navidad, con sus ri...