Un día de playa



Los veranos eran sinónimo de playa. En aquella época íbamos con unos familiares, mis tíos y uno de mis primos. Al ser de la misma edad, me juntaba bastante con él. Ambos adolescentes, con eso lo digo todo, mil y una tropelías hicimos.

Aquel día fuimos a una playa no muy bonita, tenía alguna algas y se creaban muchos charcos en la arena. Pero era una playa bastante desconocida para nosotros y eso la hacía atractiva. En general, a mi primo y a mi, nos gustaba explorar y desaparecer de la vista de nuestros padres.

No recuerdo que estábamos haciendo, ni quien de los dos los vio primero. Pero si bastante bien lo que ocurrió después. A unos cincuenta metros mar adentro había un par de niños, de la mitad de nuestra edad, agitando las manos en el aire. Pero no parecía real, debía de tratarse de una broma, estas cosas solo se ven por la tele. Miramos alrededor y no vimos a nadie más adulto o nadie que se hubiese dado cuenta. Nos miramos los dos y con eso bastó.

Teníamos la playa y el mar muy conocido y para nosotros la distancia no era nada del otro mundo. Al llegar nadando, nos dimos cuenta de que no era una broma y los niños no hacía pié. Cada uno de nosotros se encargó de ayudar a uno de ellos, creo recordar que hablaban en otro idioma. Cuando llegamos a la arena soltaron unas palabras debían de ser de agradecimiento y los perdimos de vista. 

No hubo ni aplausos, ni felicitaciones, ni nadie más que presenciase aquello. Siempre me quedará la duda de que habría ocurrido si no hubiésemos estado allí. Pero mejor no saberlo, por dentro ambos quedamos satisfechos y con eso basta. Quizá y solo quizá, puede que sea de lo mejor que hayan hecho esos gamberros adolescentes que entonces éramos.

Marzo 2017


Comentarios

  1. Quien salva una vida ... salva al mundo entero.

    Gracias Roland !!!

    Actos así marcan la diferencia de esos locos adolescentes

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Nieves!

      No sé si tanto jajaja, pero mola.

      Besos :)

      Eliminar
  2. ¡Hola Roland!

    ¡Qué relato más propio de la época estival que se nos escapa entre los dedos! Hace rememorar esas tardes de antaño de grandes aventuras, y sin duda la que cuentas es muy especial. De las que merece la pena compartir ^_^

    Siempre es un placer leerte
    *Qm*

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Poe!

      Tardes, mañanas... Todo el día! jajaja

      El placer es mío :*

      Eliminar
  3. Roland, me ha encantado el relato...Excelente ejemplo del heroísmo discreto, que queda para uno mismo, como algo muy íntimo y casi inconfesable.
    Me ha recordado vagamente a "The body", de tu admirado Stephen King, por aquello de la amistad juvenil y de las experiencias que la vida ofrece en esa etapa...
    Un abrazo guadianero, ya sabes, jajaja.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Mercedes. Me gusta mucho tu feeling :) Es genial poder transmitir algo así.

      Por cierto, me encanta ese relato (Y película) de King. Tal vez deba escribir más sobre esa época de mi vida ^_^

      Un abrazo.

      Eliminar
  4. La playa es siempre un paraíso, hoy épico tb!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y para la mayoría de los niños una pasada. Cuando yo lo era, las horas se pasaban volando allí. Gracias :)

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

El pájaro y la ardilla

Pasillo solitario

Oda a la oscuridad