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El tipejo de la silla

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El estrés es la respuesta de nuestro cerebro a situaciones de peligro. Antiguamente al ver un león, se activaba en nuestro cuerpo una serie de mecanismos para prepararnos para atacar o huir. El estrés no es malo de por sí, es un mecanismo útil en determinadas circunstancias. Pero por desgracia nuestro cerebro no sabe discernir entre disparar el mecanismo en caso de incendio y cuando nuestro jefe nos carga con trabajo de más. Es labor nuestra aprender a trabajar en el control de estas situaciones. Una opción es imaginarnos que el estrés es una persona, que la tenemos delante y que le decimos. Siéntate en esta silla, tenemos que hablar ¿Qué es lo que quieres de mí?  Esto nos puede ayudar a relativizar el problema ¿Tiene solución? ¿Qué pasa si no cumplimos con las expectativas de este tipejo que tenemos sentado en la silla? ¿De verdad merece la pena alterarnos tanto?  A su vez, podemos ir un poco más allá. ¿Qué puedo hacer para que no me vuelva a suceder? ¿De verdad me interesa t...

Mens sana...

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  El cuerpo, al igual que la mente, tienden a ser vagos. La mente por ejemplo, hace que nos guste la rutina. Todo esto viene de cuando el ser humano pasaba hambre, tenía que cazar, y gastar energía era un lujo. Pensar mucho, gasta energía. ¿Para qué hacerlo si el cerebro ya tiene el camino trazado para hacer ciertas cosas? Lo mismo pasa con el cuerpo. Si hacer algo cansa ¿Para qué moverse entonces? El problema está, en que hoy en día (salvo excepciones) la comida no suele ser un problema. Si a eso le unimos que muchos de los oficios apenas requieren moverse… Que para hablar con los amigos tampoco, que su nuestro entretenimiento favorito se realiza desde el sofá… Pues tenemos un problema. Y no hablo ya solo de obesidad, que también. Sino a que el cuerpo para estar sano, necesita de la actividad física. Está bien cuidar la alimentación, es importante, pero no es suficiente. No hay que confundir actividad física con ejercicio físico. Machacarse en el gimnasio puede estar bien. Pero ha...

Empatía

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  Una de las virtudes más olvidadas de hoy en día es la empatía. Nos machacan tanto con lo de competir, con lo de superar a los demás, que nos olvidamos de las cosas que nos hacen seres humanos. Nos reunimos en tribus, porque el hombre de hace miles de años se dio cuenta de que colaborar es mejor que ir cada uno por su cuenta; en los peligros de la jungla, el desierto, etc. Pero hemos convertido las ciudades, y la sociedad, en una jungla en sí misma. Pisotear o ser pisoteado. Los leones somos nosotros mismos. Está demostrado que el dinero o el poder no dan la felicidad (siempre y cuando hayamos superado el umbral del hambre y la seguridad). Aunque sea lo que nos vendan. No es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita. Y también está demostrado que cuando ayudamos a otra persona o hacemos un bien, nos hace felices. En el trabajo, en la calle, en el deporte. Hacer las cosas bien, es genial, y superarse a uno mismo también. Pero… no olvidemos que todos vamos a morir (meme...

Lejos y atrás

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  Los lugares son los mismos: playas, acantilados, montañas… En cambio, tantos años después, no tiene nada que ver. Y no me refiero a las edificaciones que han crecido como champiñones. Pese a mi cansada vista, ahora veo más matices, los que me otorga la experiencia, pero... volver al lugar, no implica retroceder en el tiempo. Y es que falta una cosa, quizá lo más importante, lo que uno lleva consigo; la música interior, las ganas de comerse la vida, las ganas de reír, las ganas de enamorarse por primera vez. A mi edad, ya no espero nada de la vida. Ahora sé bien que las experiencias, es lo que uno se lleva. Y bien o mal, lo importante es sentir. No quedarse con la sensación de… “aquello que debí de hacer y no me atreví” Sonrío, y dirijo la mirada a la enfermera de paliativos que me ha regalado esta última voluntad. Y luego al cielo, donde están tantos con los que he compartido y… donde pronto me voy a unir a ellos. Nada queda aquí para mi, todo lo llevo en el corazón. 30/05/2024

Una aguja en un pajar

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  Sé que solo es algo material. Pero reconozco que siempre he tenido un pequeño TOC con el coche. Es como algo muy personal, como una extensión de mi cuerpo. Uno de mis sueños más recurrentes es buscar donde demonios lo dejé aparcado. Ayer ese sueño recurrente se hizo realidad, casi en modo pesadilla. Mi coche ha sido uno de los más de 120.000 afectados por la dana (cifra oficial del consorcio de seguros) Estuvo varias semanas cerrado y sin que pudiera abrirlo, como un barco embarrancado en la arena, a trescientos metros de donde lo aparqué; pues es la distancia que lo arrastró la corriente. Lo visitaba una vez por semana para ver que todo seguía igual, o para colocarle el cartelito de “vehículo inoperativo” En caso es que el último fin de semana ya no estaba. No me llamaron ni me avisaron; pero por las redes sociales y demás, sabía que se los estaban llevando a un polígono industrial, y que había una aplicación para localizarlo. Escribí la matrícula en la web y apareció una foto y...

Con el agua al cuello

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He estado ausente del blog unas semanas. Primero por saturación personal, luego por alguna de mis aventuras y finalmente por la dana. Y es que… mi localidad ha sido una de las más afectadas. No entraré en temas políticos, que podría, pero no es mi estilo y prefiero evitarlo. Prefiero abordar el tema desde un lado más humano, y con eso ya lo digo todo. Por suerte o por desgracia la inundación me pilló fuera. Y es que ver las cosas a distancia, a tus seres queridos y las pérdidas materiales, estar tan lejos, tampoco aporta tranquilidad precisamente. Luego el periplo para lograr volver con todo cortado por tren y carretera. Y con una empresas de transporte que alardean de buenas, pero que ofrecen un servicio inversamente proporcional a su falta de empatía. Llegar y encontrarse el panorama. Meterse dentro de la zona cero no es lo mismo que verlo o que imaginarlo. Y no. No me quejo, porque antes de hacerlo me acuerdo de los que están peor, de los que han perdido más. El ambiente, los ánimos...

El albergue perfecto

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  Un albergue que acoja a los cansados peregrinos, no es cosa baladí, ha de cumplir una serie de requisitos, unas leyes y máximas no escritas, a saber: 1) Comencemos por un clásico. Todo albergue necesita de un huésped roncador, y no uno cualquiera, se precisa que se quede dormido nada más tocar la cama. Puntúa el doble si es el último en despertar. 2) Cuantos menos aseos mejor. El ratio huésped / inodoro más bajo posible, y si hay algún elemento de la ducha roto, más puntos. Nada de comodidades, qué nos hemos creído. 3) Las literas. Mejor cuanto más incómodas. Las metálicas viejunas dan diez puntos en este apartado. Peldaños pequeños y metálicos para que se claven en los pies al subir y ruido al apenas moverse, bien los merecen. 4) El colchón. Bien, aquí tenemos dos opciones. O los de plástico que hacen sudar a mares y que hará que paguen lo que haga falta por unas sábanas. O bien el viejo hundido y desnivelado, todo un clásico. 5) No se puede olvidar que un albergue de diez, nece...