Comportamiento extraño



En el tren de cercanías los pasajeros se prepararon para bajar en la primera estación, una de las más concurridas. La gente se pone en pie y se congrega delante de las puertas. El tren se detiene. Unos miran a otros de reojo para ver quien es el encargado de pulsar el botón de apertura de las puertas. Tras este breve y cotidiano momento incómodo, uno pulsa el botón y... Las puertas no se abren.

Unos se miran a otros, lo pulsan más veces, nada. ¿Fallará la puerta? No sería la primera vez... Miran en dirección al otro extremo del vagón, donde están las otras puertas. Pero desde allí la mirada es devuelta con la misma expresión de incertidumbre.

El tren se pone en marcha de nuevo. Unos se ríen, otros protestan. Una señora, de forma decidida recorre el pasillo hasta delante de la puerta de la cabina del maquinista. Llama con los nudillos. Es extraño, pero desde el otro lado se oye música y parece que a alto volumen, desde luego que no suele ser habitual.

La señora insiste, aporrea la puerta con más insistencia – ¡Oiga! ¡No se han abierto las puertas! ¿No ha visto que no ha bajado nadie? - Levanta la voz con tono de reproche. 

Entonces, aunque nadie responde en la cabina, el tren reduce la velocidad y se detiene. Justo al entrar en un túnel. Afuera está todo oscuro. Las puertas se abren sin que nadie pulse el botón, pero allí no hay andén ni parece el lugar apropiado.

- ¿Pero qué hace? ¿No pretenderá que bajemos aquí? - Prosigue la misma mujer.

El tren se pone en marcha de nuevo, ahora con las puertas abiertas. La gente se asusta un poco. Los que estaban cerca de las puertas se desplazan a zonas más seguras. El viento, fruto de la velocidad, circula por todo el vagón despeinando a pasajeros y haciendo volar los apuntes de un estudiante. Se escuchan los primeros gritos.

- ¡Oiga! ¡Se ha vuelto loco! ¡Pare! ¡Pare inmediatamente! - La mujer que se comunica con el maquinista está evidentemente alterada.

El tren da un brusco frenazo. Algunos de los que están de pie, pierden el equilibrio y se van al suelo. La gente está a borde del pánico. El tren se encuentra de nuevo detenido, ahora en medio del túnel. Ya a nadie le hace gracia y algunos comienzan a estar tentados de bajar. Dudando si será más seguro apearse en el túnel que permanecer en el tren.

- Ya sé, ya sé – Dice de pronto una niña que lo ha observado todo desde las primeras filas. Acercándose a la puerta del maquinista dice – Cierre las puertas, llévenos a la siguiente estación y ábralas allí.

Ante el asombro de todos comienza a ocurrir tal y como la niña lo ha dicho.

Al por fin llegar a la estación, la gente se prepara para bajar en tropel a poner una reclamación o incluso una denuncia. En cuanto aparece el anden se encuentran con fotógrafos y gente trajeada. ¿Ya se habrán enterado de lo ocurrido? ¿Tan rápido? Pero al abrirse las puertas se dan cuenta de un cartel colgado en lo alto “Inauguración de los trenes automáticos sin conductor”

06/03/2016

Comentarios

  1. ¡Hola Roland! ^_^

    El futuro ya está aquí, y viene para quedarse. Buen relato anticipador de lo que puede ser un viaje en algún futuro cercano, y que encierra la angustia de los viajeros al no disponer de su propio destino cuando viajan en transporte público.

    Mucho menos, sin conductor.
    *Qm*

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    1. Bueno, en realidad esto ya lo permite la tecnología. La pregunta es ¿Llegará a ocurrir algo así? Ahí lo dejo jajaja :*

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  2. En ocasiones el viaje de la vida como este tren está lleno se sorpresas y de alteraciones, momentos que nos asombran pero que con precaución llegamos a nuestro destino. Y entonces triunfantes contaremos el viaje con las mejores de sus anécdotas, porque una vez pasado todo parece mas liviano.
    Besitos

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    1. Hola Nieves. Genial tu comentario, muy reflexivo y acertado. Un placer tenerte por aquí y leerte.
      Besitos.

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