El bloque

Fátima es la mujer más mayor del bloque. Regala limones a sus vecinos y siempre tiene un rato para sus charlas. Se nota por sus arrugas que mucho es lo que ha vivido y conoce. El único pero, es que camina ya despacio y tiene problemas de memoria.

Teresa es su vecina de enfrente, y por lo tanto, con la que más habla. Buenos días, que calor hace hoy... con ese inicio la conversación puede derivar a cualquier lado.

El otro día, la anciana, le contó algo estremecedor a Teresa. Que su nieto Andrés no le dirigía la palabra. Se había puesto a vivir recientemente en el bloque y no le había dicho ni mú. Fátima se lo contó mientras las lágrimas recorrían su cansado rostro. Por lo visto hacía años habían tenido una fuerte discusión con una de sus hijas, y esta en venganza, no le había hablado de ella a sus nietos, el peor castigo que se le puede hacer a un abuelo.

Teresa se quedó pensativa, pensó en que no perdía nada en intentar arreglar las cosas. Ni corta ni perezosa, subió para hablar con el nuevo vecino. Llamó al timbre y no tardó en salir un joven. Le expuso la situación con tacto y delicadeza. Pero una extraña y triste sonrisa afloró en el rostro del vecino.

- ¿Fátima dice que se llama? Pues lo lamento, pero esa señora no es mi abuela. Conocí a mis dos abuelas, y le puedo asegurar que no es ninguna de ellas.

Teresa quedó descorazonada, la memoria de Teresa debía de seguir jugándole malas pasadas, con cosas que tal vez ya no tuviesen solución. 

El chico vio a la mujer tan afligida que también se conmovió y añadió – Hagamos una cosa, dígale a Fátima que si quiere, un día bajo para tomar un café con ella.

18/05/2019