El día a día en el instituto

Ir a clase era un suplicio. Los insultos eran casi lo de menos. Hasta estaba dispuesto a soportar algún que otro cachete si eso significaba que lo iban a dejar en paz por unas horas. Lo peor era la humillación. Los matones se aprovechaban, y el resto... el resto se reía a expensas de lo que le hicieran. Quería ser invisible transparente. Lo había intentado con todo: llevando capucha, no preguntar nada al profesor, hacerse el tonto, pero nada sirvió, la tenían tomada con él. El estrés había llegado a tal extremo que un día decidió ponerle fin. Después de recibir una colleja al ir a beber de la fuente del patio, se encaró con el peor de los matones. A este le hizo gracia y le dio un empujón. Pero el chico esta vez no se amilanó – Quiero que me dejes en paz – Le dijo con firmeza. El matón echó mano al bolsillo y sacó una reluciente navaja. No muy grande, pero lo suficiente como para intimidar a cualquiera. El chaval, sentía que no tenía ya nada que perder, prefería morir li...