Imágenes en sepia

La calle terminaba. Luego un camino de tierra, algunas acequias, unos campos de naranjos descuidados y llenos de matorrales. Un día de lluvia intentamos construir una cabaña con un plástico y unas maderas. Sentarse a escuchar el golpear de la lluvia era lo más. Aunque de todos modos uno terminase empapado. Un perro vagabundo se convertía en tu mejor amigo. Solo había que llevarle unas galletas o las sobras de la comida y tenías fidelidad para siempre. Bautizamos al perro. Y uno ya de chico, aprende que los animales vagabundos no duran mucho. Especulábamos con las historias. Con que por aquella zona se ocultaba un malvado criminal. Encendíamos fogatas y le echábamos cosas, como botes de insecticida. Era una de la travesuras temerarias favoritas. Pero era suficiente con unas canicas o un trozo de yeso para rallar en el suelo. Unas monedas. Llenar un bote de arena. Seguir una acequia a ver donde te llevaba. Y el colmo ya era disponer de un balón de plástico. Ni siquiera hacía ...