El cuadro
Cuando sus padres le llevaron por primera vez a
un museo, le resultó muy aburrido. No entendía que interés podía haber en mirar
todo el rato cuadros y esculturas inmóviles ¡Era infinitamente mejor ir al
parque de atracciones!
Años después, para él, ir a un museo era algo instructivo,
incitaba su curiosidad. Su cultura era la de una persona normal y corriente, la
que le enseñaron en el colegio.
Pero en esta ocasión sucedió algo distinto, no lo vio venir.
Al fondo de la sala vio algo que le llamó la atención; siguió mirando obras en
el orden correcto, pero su mente ya no estaba allí, estaba… al fondo de la
sala. Algo lo atraía como un imán. Dejó de hacer el tonto y fue directamente
a ver aquella obra. El corazón se le encogió y quedó totalmente atrapado con su
luz, con los matices, el contraste del níveo rostro con el rubor de la joven
representada, su inocencia, la escena al completo…
Si habláramos de amor sería un flechazo, pero esto era
distinto, era conexión. No podía dejar de mirar la obra. Solo la sensación de que estaba molestando a los demás visitantes, hizo que se pudiera apartar de allí, a
regañadientes. Siempre recordaría aquel cuadro, pero además, aquello cambió su
forma de ver el arte.
31/01/2021
El arte y las pasiones siempre fueron de la mano, ¡y que así siga siendo!
ResponderEliminar¡Genial relato!
Supongo que el arte sin pasión no es lo mismo.
Eliminar¡Gracias!
Hola Roland
ResponderEliminarMe encanta esa sensación de conexión entre un cuadro o una escultura porque no es fácil. Te puede gustar más o menos pero esa sensación que relata tu personaje para nada es fácil tenerla
Saludos y feliz semana 😊
Hola Nieves.
EliminarComo todo, a veces sucede sin que te des cuenta y es fascinante.
¡Igualmente!
El arte... Sea lo que sea tal cosa, dejó de serlo cuando se convirtió en negocio. Y desde que Marcel Duchamp estampó su firma en el urinario, somos incapaces de definirlo.
ResponderEliminarjajaja Supongo que hay arte para todo los gustos ¿?
Eliminar¡Saludos!