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Mostrando entradas de febrero, 2018

Imágenes en sepia

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La calle terminaba. Luego un camino de tierra, algunas acequias, unos campos de naranjos descuidados y llenos de matorrales. Un día de lluvia intentamos construir una cabaña con un plástico y unas maderas. Sentarse a escuchar el golpear de la lluvia era lo más. Aunque de todos modos uno terminase empapado. Un perro vagabundo se convertía en tu mejor amigo. Solo había que llevarle unas galletas o las sobras de la comida y tenías fidelidad para siempre. Bautizamos al perro. Y uno ya de chico, aprende que los animales vagabundos no duran mucho. Especulábamos con las historias. Con que por aquella zona se ocultaba un malvado criminal. Encendíamos fogatas y le echábamos cosas, como botes de insecticida. Era una de la travesuras temerarias favoritas. Pero era suficiente con unas canicas o un trozo de yeso para rallar en el suelo. Unas monedas. Llenar un bote de arena. Seguir una acequia a ver donde te llevaba. Y el colmo ya era disponer de un balón de plástico. Ni siquiera hacía

Hoy tempestad

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El color del cielo era espectacular. Variaba del azul oscuro al púrpura intenso. Las nubes se elevaban impresionantes, como enormes macizos rocosos. El silencio se hizo, animales y personas parecieron callar ¿Acaso escuchaban?. Y a lo lejos, poco a poco comienzan a sonar los primeros truenos. Rugidos de dragón más bien parecían. La brisa se fue levantando. Las primeras hojas a volar como tratando de huir ya. Los truenos en aumento. La campana del porche comenzó a sonar. Algún campesino se afana a regresar a su casa, conocedor por su experiencia de lo que está por suceder. Al fin y al cabo, se dice que los agricultores son los mejores meteorólogos. El día se convierte en noche en pocos minutos, el aire cambia a fresco y aumenta su intensidad. Los truenos están ya cerca. Caen las primeras gotas. No se trata de una lluvia fina. Sino pocos y grandes goterones, como si estuviese a punto de abrirse el grifo de los cielos. Un rayo impacta en el suelo, los caballos dan coces, el vie

Muñeca de porcelana

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Pegó su rostro al cristal. Allí estaba esa muñeca de porcelana que tanto deseaba. La que le había pedido a su madre en repetidas ocasiones. Pero que siempre le daba alguna excusa para no comprarla. Todas las que había tenido hasta ahora eran de trapo, remendadas una y mil veces. Les tenía cariño, pero si conseguía aquella muñeca del escaparate sería "la mamá" de todas las muñecas. Y ella, la niña más feliz del barrio. Pasaban las estaciones y la muñeca seguía allí. Pero la suerte no dura para siempre y un buen día la muñeca desapareció del escaparate. Se dio cuenta entonces, que haber podido visitarla, casi la había convertido en suya. Y ahora… volvió llorando a su casa. Tal era el desconsuelo que su madre le preguntó que le pasaba. La niña le contó el motivo. Apenas cenó, no tenía hambre y la llorera prosiguió hasta la hora de irse a la cama y más allá, robándole horas al sueño.  Ni la madre podía dormir. Encendió la luz de la habitación de su hija  - Pero cielo…