Vecinos IV
Escuché los pasos que indicaban que volvía a entrar en la habitación y con ellos un olor a café. Me arrebujé de nuevo en las sábanas. Me encontraba de lado por lo que le daba la espalda. Aún debía de quedar ese espacio libre por donde me había pellizcado el trasero, un punto débil en la solida defensa que me ofrecía la ropa de cama. Estaba de lado por lo que no le vi la cara. Pero sentí su peso hundir el colchón y su calor cuando se pegó a mi espalda. Mis ojos se entornaron y traté de mirar por el rabillo del ojo, pero no alcancé a verlo bien. Entonces me digo aquello y sonreí cómplice. Me sentía temerosa y al mismo tiempo dichosa. Curiosa mezcla. Sentí sus labios acariciar mi cuello. Entrecerré más mis ojos, mis defensas se estaban desmoronando. Por alguna razón me acordé de sus calzoncillos, los que no le devolví. Ahora serían un trofeo… un trofeo robado. Una de sus manos se encargó de devolverme al presente, estaba tratando de averiguar, con la mano, mi talla de sujetador.