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El albergue perfecto

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  Un albergue que acoja a los cansados peregrinos, no es cosa baladí, ha de cumplir una serie de requisitos, unas leyes y máximas no escritas, a saber: 1) Comencemos por un clásico. Todo albergue necesita de un huésped roncador, y no uno cualquiera, se precisa que se quede dormido nada más tocar la cama. Puntúa el doble si es el último en despertar. 2) Cuantos menos aseos mejor. El ratio huésped / inodoro más bajo posible, y si hay algún elemento de la ducha roto, más puntos. Nada de comodidades, qué nos hemos creído. 3) Las literas. Mejor cuanto más incómodas. Las metálicas viejunas dan diez puntos en este apartado. Peldaños pequeños y metálicos para que se claven en los pies al subir y ruido al apenas moverse, bien los merecen. 4) El colchón. Bien, aquí tenemos dos opciones. O los de plástico que hacen sudar a mares y que hará que paguen lo que haga falta por unas sábanas. O bien el viejo hundido y desnivelado, todo un clásico. 5) No se puede olvidar que un albergue de diez, necesita

Tras el recodo del camino

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Últimamente estoy muy focalizado en la aventura y el senderismo. Cuando algo te apasiona le echas horas, más allá del tiempo mismo que requiere la actividad: Buscar que rutas se ajustan más a lo que estoy buscando, estudiar los mapas, buscar combinaciones de trenes y horarios para mi próximo gran reto, leer artículos del tema… Un no parar, que hace que mi experiencia sea más plena.  No sé lo que durará mi pasión, mi experiencia me dice que todo tiene un límite. Es más, en el fondo es una lucha contra el tiempo. Ver como puedo ir mejorando, con el poco tiempo libre del que dispongo, antes de que la edad me alcance. Parafraseando al señor de los anillos: “Quería... volver a ver la Montaña Solitaria... Pero la edad al parecer ha hecho presa de mí.” De hecho ya hay cosas (grandes retos) que me gustarían y sé que ya no voy a poder hacer. Pero… no hay que recrearse en ello. Solo llevaría a la tristeza y al abatimiento. Encauzar los pensamientos es otra cosa que he aprendido con la edad. (La

Los ochenta

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  En un momento del tiempo mi juguete favorito fue un deportivo de color naranja. El que más corría de todos. Descapotable y con las puertas que se podían abrir. Claro, en aquella época no a todos los cochecitos (metálicos, nada de plástico) se les podía abrir las puertas.  Me gustaba hacer una rampa con la tapa de una caja de fichas de dominó, y uno por uno, ir lanzándolos para ver cual llegaba más lejos. Luego, hacían un viaje todos juntos siguiendo el rodapié derecho y a lo largo de todo el piso. Creo que nunca llegaron a completar una vuelta entera, en algún momento debía de pasar a otra cosa y más tarde mi madre me reñía por dejar los cochecitos tirados por ahí. En una ocasión, en la terraza, pintamos con tiza un circuito en el suelo, más riñas. Jajaja A las canicas, dardos, construir un pinball con un tablero de madera, clavos y gomas, construir un tirachinas… Por no hablar de los cómics. Los fines de semana, mi padre volvía de comprar el periódico y nos daba un par de lo que se

Extremos

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  En situaciones de estrés extremo lo mejor que te puede pasar es… que te de igual todo. Bueno, matizo: Primero que me refiero al estrés laboral, a las prisas a sentirse desbordado. No al estrés de cuando te puede comer un león. Y segundo a que realmente no es que te de igual del todo, no me refiero a pasotismo, y a no hacer nada. Me refiero a lo de… “Vale, voy a hacer lo que esté en mi mano, y hasta donde no alcance... no me he de preocupar, al fin y al cabo he hecho lo correcto y lo posible” Lo malo es que no siempre funciona, a veces, uno se lo repite una y otra vez, y el mensaje no cala en nuestro “yo” más interno. Pero es más fácil que cale cuando por desgracia nuestra salud comienza a peligrar, es cuando nos damos cuanta de que… mi salud es más importante que el trabajo. Salud solo tenemos una, trabajos hay muchos, y si no… siempre nos queda pedir limosna. Pero con tenacidad y actitud, dudo que lleguemos a ese extremo. 09/02/2024

Otro ladrillo en el muro

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  El estrés es una señal que manda el cerebro al estilo de “estás en peligro”. Una señal necesaria para nuestra supervivencia. Antiguamente era mucho más común estar en peligro. Animales salvajes, enemigos de la tribu, clima extremo, entre otros. Aún nos podemos ver en situaciones de peligro, por lo que sigue siendo un instinto necesario. Pero la mayoría de las veces, se dispara ese mensaje cuando no hay un peligro real para nuestra integridad. Demasiado trabajo, los atascos, preocupaciones del día a día… Suelen decir que un poco de estrés es bueno, nos va vidilla, pero mucho estrés es malo para la salud. Puede provocar enfermedades cardíacas, diabetes... por no hablar de los efectos a nivel psicológico.  La solución no siempre es fácil, pero sí que es necesaria. Cambiar los hábitos, cambiar el enfoque de los problemas o buscar ayuda profesional. Hay muchas cosas que no están bien en esta sociedad y creo que esto es una de esas cosas. Acumular, consumir, ser productivos… Todo para que

Toxicidad

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No me gusta el término “persona tóxica”, salvo que haya recibido una dosis elevada de rayos gamma… (perdonad el humor negro) … no considero que haya personas tóxicas. Son personas nerviosas, o con baja autoestima, o con ego demasiado elevado, o manipuladoras, algunas las hay hasta malas, otras simplemente no encajan con nosotros. Pero todas, o la mayoría al menos, tienen la posibilidad y el derecho de mejorar su actitud, ya sea por su propia cuenta o con la ayuda de un profesional. Eso no quiere decir que nos convenga tener a una de esas personas de continuo a nuestro lado. Lo primero es darse cuenta, lo segundo comunicar nuestra desazón, lo tercero, ser asertivo. Os voy a contar una peregri-historia. Caminaba con un peregri-amigo, una de esas personas de las que hay que quitarse el sombrero, ya contaré esa historia en otra ocasión. Cuando escucho a mi espalda “Usas los bastones mal, parece que vas esquiando”. Así de primeras, sin un “buenas, qué tal”. Esta persona, se coloca a mi lado

Perseguir un sueño

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  Que importante es la autoestima. Y para la importancia que tiene, que poco se enseña. Sí, ya sé que es trabajo de los padres. Pero no todos los niños tienen la suerte de tener unos padres con dos dedos de frente. Lo he visto. El otro día escuché a una psicóloga hablar de que todos tenemos potencial en algo. Lo que pasa es que ese “algo” no siempre está comprendido en el temario de una asignatura. Todos tenemos la posibilidad de brillar. Aunque a veces la sociedad nos empuja a unos cánones, a unos temarios encorsetados de los que no se puede salir. Eso explica como sabios y genios del pasado llegaron a sacar muy malas notas. ¿Qué hubiera pasado si les hubiera faltado ese empujón para llegar a ser lo que fueron? En definitiva… perseguir sus sueños. Que no, que perseguir un sueño no es eso de “conseguirás lo que te propongas” no hay cosa más falsa y que causa más frustración hoy en día. Perseguir tu sueño es simplemente tratar de hacer lo que te hace feliz. Escucha tu cuerpo, escucha tu